domingo, 31 de octubre de 2010

El romance

capitulo Seis


Lo llamé a eso de las seis de la tarde, le pedí que nos juntáramos. No puso objeción. La hora y el lugar lo confirmaba él, en un rato más.
Me senté en el sillón, prendí la radio y un cigarro, pensando en todo lo que estaba sucediendo, ¿Qué haría?, me preguntaba una y otra vez. No había respuesta alguna. En eso llegó Ignacio, sabia que tenía que llegar temprano, al otro día volvía a Madrid. Se sentó a mi lado y me beso. Yo solo seguía los instintos, con un poco de culpa, por lo sucedido la noche anterior. Me juntaría otra vez con él. Ignacio seguía, con su instinto sexual, yo como una esclava de antaño, no lo detenía. Pero cuando la cosa ya iba mas y mas acalorada, casi convenciéndome, suena el teléfono. Nunca había contestado el teléfono cuando mantenía relaciones. Esta vez sucedió lo contrario:
-aló- Ignacio extrañado por la actitud, se paró y se fue a la cama, no dijo nada, pero en ese instante algo sucedió.
Traté de disimular, pero era él. Hablé bajito y concrete la cita. Sabía que Ignacio viajaba a Santiago esta noche, el avión salía temprano. Me quedé en el sillón semi desnuda unos quince minutos, me fume un cigarrillo. Pensaba una y otra vez en la excusa de lo sucedido. No se me ocurría nada. Me levanté y me fui al baño, salí y me dirigí al dormitorio. Estaba sentado en la cama con las maletas listas. Por un momento creí que me había pillado y no podía mirarle a los ojos. Me dio vergüenza por lo que le hice. Sin decir nada comencé a besarlo, no se dejaba. Me corrió y se paró.
-¿Qué te pasa Isabel?- preguntó con un tono de enojo y de no entender nada. No supe que responder, callé unos segundos
-nada- fue lo único que brotó de mi boca- lo dices, supongo porque contesté el teléfono- ya poniendo el tema sobre la mesa.
-Por eso y por como has actuado, nunca has contestado el teléfono cuando estamos así, y ¿hoy lo haces?, ¿no quieres estar conmigo?- me preguntó. La respuesta que le daría tendría que ser la mas sincera… no, no quiero estar contigo porque apareció él, y me quedo acá en Chile para vivir con él… pero sabía que esa respuesta no debía darla, porque ni yo misma tenía claro lo que quería. No era difícil darse cuenta que estábamos pasando por una crisis, pero estoy segura que no fue provocada por mi encuentro con él, eso solo acentúo el distanciamiento de mi parte.
-No es eso Ignacio- le respondí. Ya seria lo miré a los ojos- es que noto que nos hemos distanciado mucho, y no por este viaje- se levantó y se sirvió una copa de vino, seguido de su acto, yo prendí un cigarro.
-¿Pero qué dices Isa?- me preguntó con un tono de desesperación.
-Siento que estamos mal, que estamos sumergiéndonos en un a rutina que nos ha distanciado, no tenemos planes a futuro… Ignacio eso me asusta, llevamos juntos cuatro años, y siento que ha sido una relación de adolescentes, de esas que viven el día a día, y no quiero eso, no Ignacio- comencé a llorar, se me acercó y me abrazó fuerte, no dijo nada por varios minutos. El silencio del lugar era interrumpido por mi llanto. A los minutos Ignacio comenzó a llorar, y susurrando en mi oído, me dijo que me amaba. Se me calló el mundo. No dije nada.
Nos dormimos un rato abrazados. Despertó porque se tenía que ir. Lo miré y me dijo que cambiaríamos, que la relación iba a tener futuro, pero que cuando llegara a Madrid conversaríamos. Nos despedimos, le di un beso nostálgico.
-Cuídate mucho- le dije
-No te preocupes-me respondió
-Tu sabes que siempre me preocupo- lo mire
-Te quiero. Te espero en Madrid. Te llamo cuando llegue- me dio un beso de despedida.
Se fue. Lo mire por la ventana hasta que ya no lo divisara. No sabia que hacer.

Se acercaba la hora de mi encuentro. Dude en ir. Sentí temor, temor por quedar más confundida, temor por no ser capaz de volver. no iba a ir… llame a Raúl, y le pedí un consejo. Le explique todo con detalles. No lo quería creer, al principio no supo que decir, pasaron largos minutos y me dijo que fuera y que la decisión la tomara después de verlo, pero que tuviera claro que las decisión que tomaría provocaría cambio en mí; “pon en la balanza todo y sabrás que pesa mas para ti, pero tienes que ir y juntarte con él para saber el peso que tiene…”. Me arreglé y con esas palabras fui a juntarme con él.
Sentía que las cosas se estaban poniendo difíciles, ya a mis veintisiete años, me convertía en una niña sin protección.

Me acercaba al lugar y lo vi, sentado en la vereda. Mis pasos se aceleraron, mi nerviosismo lo demostraban mis manos. Lo saludé, se paro de inmediato:
-¿Cómo estas?- me dijo sonriendo y mostrando sus dientes blancos como la nieve.
-Bien- respondí, y el silencio nos sumergió. Quería tocarlo, besarlo, nacían nuevamente en mí los anhelos y deseos por él. Me tomó de la mano y corriendo me llevó a un lugar, no había nada, no había nadie. No sabía lo que pretendía, pero me daba lo mismo, mientras estuviera con él, lo demás era nada. No decía ni una sola palabra, y eso me desconcertaba, esperaba aunque fuera un susurro. Solo me miraba, me tocaba, recorría con sus manos mi rostro, mis ojos, mis labios, sin decir nada.
Me tomó la cara y me besó. Los minutos pasaban y no nos dejábamos de besar… fue extraño, por primera vez mis ojos permanecieron cerrados e imaginando las cosas mas bellas. En eso me preguntó si quería pasar la noche con él. Mi mente quería decir no, pero mi cuerpo lo pedía a gritos. Le dije que fuéramos a mi departamento.
Caminamos de la mano ansiosos por el reencuentro, ambos sabíamos a lo que íbamos y no poníamos objeción, queríamos, necesitábamos, deseábamos mantener ese contacto; mis rodillas se doblaban, mi cuerpo temblaba sin control.
Llegamos.
Se sentó en el sillón, le serví una copa de vino y por primera vez en mucho tiempo me serví una copa, la música la eligió él, un grupo que no escuchaba hacía tiempo. Me tomó de las manos y comenzamos a besarnos. Nos comunicamos en todo momento por medio del cuerpo, ni una sola palabra salió de nuestras bocas.
Mis deseos fogosos eran evidentes, necesitaba cada roce de su cuerpo en el mío, no pensé en Ignacio, no pensé en los años que habían pasado, solo quería sentirlo una y otra vez. Pasaban los minutos y el goce cada vez era mas placentero, lo disfrutaba al máximo. Él me miraba y me besaba por todo el cuerpo, temblaba a cada instante, temblaba por cada roce que me proporcionaba. Los nervios de estar con él, habían desaparecido, solo el deseo afloraba en mí.
Concluimos.

Desperté y miré a mi lado, lo vi, sentí felicidad y el calor que su cuerpo me daba, me recordaba el pasado. No quise moverme para no despertarlo, pero despertó. Me miró y me besó. Un beso cálido, un beso de pasión escondida que vislumbraba un destello de amor que se había congelado años atrás y que hoy se retomaba. No pensé en nada y nadie, solo en nosotros, y en disfrutar el romance que vivía con él.

1 comentario:

Unknown dijo...

y si eres así de apasionada en la realidad, escritora??