domingo, 31 de octubre de 2010

capitulo Cinco

Viajes de vida

“No te había podido ver, te busque por todos lados y no estabas, corrí por ti, grité y lloré, y tu no aparecías por aquella puerta… nunca mas volví a vivir. Morí, morí, morí por ti, morí por tu lejanía, morí porque el olvido fue tu culpa, el olvido… fue mi muerte…”

-Creo que tenemos que terminar, no vamos a ningún lado-- dije haciéndome la fuerte, aunque estuviera destruida, pero no iba a retractarme, mi decisión estaba tomada.
Esa fue la frase de la muerte, esa fue la frase que dio fin a un amor que siempre recordé. No dijo nada. Él solo se fue, y no volvió más. En realidad los dos necesitábamos de aquello, el problema era que no se atrevía a decirlo. No se cómo tuve el valor para cortar con aquella relación
Lloré, lloré tardes enteras, pero me convencí que había sido lo mejor.
A los tres meses de vivir esta situación, supe que había viajado a EE.UU., fue a ver a unos familiares. Creí que estaba escapando, pero con el tiempo me convencí que yo escapaba, él solo rehacía su vida. Dio vuelta la página.

Pasaron unos cuatro meses y las ofertas de trabajo llegaron a mi puerta, como una tormenta sin previo aviso. No sabia cual optar, se me hizo difícil tomar una decisión, y creo que siempre a sido así, pero la tomé. A las dos semanas estaba en Santiago a punto de abordar un avión a España. Me iba a Barcelona, ahí me esperaba una vieja conocida, quien fue la gestora del trabajo.
Necesitaba huir, necesitaba salir de la soledad en la que convivía, me dolió dejar a todos, dude en viajar, pero me convencieron de que la oferta era lo mejor que me podía pasar. Me prometí que volvería todos los años que pudiera, aunque todos sabíamos que sería casi imposible. Me fui.
Llegue a esa ciudad, cálida, pero extraña. Desde un comienzo me sentí harina de otro costal, escuchaba ese acento medio calentón del que me burle muchas veces. Me dije que con ese acento no volvería a Chile, aunque supe en el instante en el que me baje del avión, que sería imposible no llegar media españolizada, tomando en cuenta que el chileno es una esponja, absorbe todo lo que está afuera de su cultura, porque lo cree mas “choro”. Me predispuse a no copiar y eso hacia que tuviera un escudo protector del idioma… eso me duro un año más o menos, después solo se fue arraigando a mi cotidianidad, mi vocablo se sumergió al de los demás y pase a ser una chilena esponja. Ya en mí, el “tío” era diario y en todo sentido. Cuando me di cuenta, era tarde, me costaba usar el “sipoh”; el “cachai” y muchos otros que inconscientemente nacen en ti cuando eres chilena, los reemplacé por un “joder” y un “hostias”.
Comencé a trabajar en el hotel “San Cristóbal”, entre las calles Reina Victoria y Borgoña. Quedaba a quince minutos del departamento que me arrendó el gerente del hotel, todo para que no me perdiera, después el lugar lo elegiría yo. Estaba contenta, un nuevo país, una nueva cultura y para que mentir, el pago era excelente, además me ayudo de terapia. A los tres meses ya me arrendaba mi departamento y tenia un grupo de amigos del hotel, con los que salía a conocer y recorrer los bares. Ana maría, la colombiana; dos españoles, José y Franco, una mexicana la Lupe, un argentino Facundo, y yo, la “chilenita”. Lo pasábamos muy bien.
Entablé un lazo mas fuerte con Facundo, era guapísimo; alto, rubio, con unos ojos celestes, muy tierno, nada que ver con los prototipos de argentinos quebrados, agrandados, él era muy humilde y sincero. Mantuvimos un romance que duró unos cinco meses, nada serio ni comprometedor. Seguimos siendo muy buenos amigos.

Aunque estuviera cómoda en Barcelona, seguía sintiendo la lejanía de todo lo que era en Chile, me faltaba mi familia y mis amigos, a él ya no lo recordaba como antes, no tenia tiempo ni para desahogarme seguido, llamaba una vez al mes a mis amigos y aunque eso me destrozaba, seguía firme con las metas que intentaba lograr. Añoraba que pasara el tiempo más rápido para volver.
Para las fiestas de fin de año le dije a mi mamá y a mi hermano chico que vinieran a pasarlas conmigo, obviamente los gastos los cubría yo. Llegaron el veinte de diciembre. Los fui a buscar. Mis ansias de estar pronto con ellos me hacían pasearme de un lado a otro, hasta que vi a mi madre con una cara e susto, nerviosa. Corrí a abrazarla, ya iba llorando, la emoción era grande, mi corazón estaba apretado y acelerado. Ella aún no me había visto. A mi mente se vinieron imágenes de ella y de mí cuando era pequeña…. Lloré más. Me vio y nos abrazamos tan fuerte que no la quería soltar, llorábamos a “moco tendido”. El Roberto también lloró, me abrazo fuerte y me dijo que me había extrañado mucho. Lo abrace aun más.

Nos fuimos a mi departamento. Mi mamá y el Roberto quedaron muy contentos, les encanto mi morada. Luego les mostré la ciudad, pasamos a hacer unas compras para la cena. Tenía todo listo, los días que estarían los aprovecharíamos al máximo.
Nos fuimos a Zaragoza dos días, pasamos la navidad allí. Luego a San Sebastián y a Tolosa, Francia, allí pasamos el año nuevo. Y para quedarnos unos días más, nos fuimos a Marsella. El tour era buenísimo, estaban contentos. Nos devolvimos a Barcelona. Cuando llegamos tenía preparado un encuentro con mis amigos y una visita en el hotel donde trabajaba. Cenamos en el Odesa, un restaurante muy conocido por esos lugares. Mi tristeza se estaba acaparando de mi rostro, ya que tenían que irse de mi lado, y eso me destrozaba. No quería que se fueran, no quería que me dejaran sola, pensé en volver, pero mi madre no me dejó.
Al otro día los deje ir.

Llevaba en Barcelona un año y medio y el gerente del hotel me propuso un nuevo trabajo, el sueldo era mayor, pero era en otra ciudad, Valencia. No era tan lejos, pero me dificultaba la idea de empezar de nuevo. Mis amigos me apoyaron y me fui.
Allí conocí a Ignacio.
No tenía nada que ver con el Hotel, en cierta medida si, era un huésped. Era chileno, eso fue lo que nos unió. Por mi acento medio extraño me habló cuando yo terminaba mi turno.
-¿De dónde eres?-me preguntó
-Chile- respondí. Noté de inmediato un rostro amigable, él igual
-yo, de Coquimbo- rió. Fue agradable hablar con un compatriota. Salimos dos veces y se fue, solo andaba de paso por Valencia. Tenía que volver a Madrid, allí residía. Su trabajo no le permitía estar mucho tiempo en un solo lugar, viajaba mucho.
No me enamore de él, lo vi mas bien como un amigo.
Comenzó a viajar mas seguido a verme, a enamorarme, y lo logró. No se si fue él o que era chileno y sentía lo mismo al recordar que estaba lejos, lo que nos llevó a tener algo. Hoy estamos juntos, llevamos cuatro años, al principio el seguí viviendo en Madrid y yo en Valencia, nos veíamos todos los fines de semana que se pudieran y en las vacaciones. Hoy yo vivo en Madrid, tengo mi departamento y un nuevo trabajo.
Fuimos a Chile juntos al año de ser una pareja. Estuvo en Valparaíso una semana, lo conocieron mis amigos y mi familia, pero no como yo quería que lo conocieran, pues viajó a Coquimbo. Volvimos a Chile por cinco días para navidad y año nuevo del mismo año. Dos años después volvimos a viajar, él cinco días, por su trabajo no puede estar lejos de Madrid, y la cuarta vez que pisamos tierra chilena juntos, es ahora. Ahora que la confusión y el pasado ha vuelto a invadir mi mente. Él no se da cuenta. No importa, tendremos que volver a Madrid y lo que siento no será primordial. Volveremos a la rutina.

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