martes, 3 de febrero de 2009

EN SILENCIO

Capitulo Uno

El reencuentro

Él, caminaba, distraído, pensante, preocupado por sus cosas, como si nada y todo importara en su camino. Lo vi, lo vi pasar frente a mis ojos, lo vi, y no, lo detuve, y fue en ese momento que los recuerdos asecharon mi memoria, imágenes de un pasado luminoso, agraciado, y de una felicidad inmensa, que aun, después de tantos años, añoro. Pasó con un chaleco café oscuro, unos jeans medios gastados, como que los tuviera hace por lo menos 10 años, su rostro estaba envejecido, creo que no lo veía hace unos 5 o 6 años, en su mano un celular, de los antiguos, nada de esos con cámara y la tecnología que hoy en día nos invade como plagas del consumismo en el que vivimos. Lo observe por varios segundos, y trate que su mirada se topara con la mía, pero no fue así….andaba distraído. Lo vi hasta que se perdió por la calle, cuando doblo aquella esquina que tantas veces nos cobijó. No supe que hacer, quise de inmediato correr a sus brazos, para que me cobijaran en esta tarde tan fría, y con una soledad inmensa que sentía porque no estaba con él, quise mirarle a los ojos y decirle que le extrañaba, quise hacer muchas cosas pero un sentimiento medio amargo se interpuso en lo que quería y en lo que debía. No corrí. No me abrazó. No le dije que le extrañaba. Me di la vuelta y me concentre en lo que tenia que hacer, esperando que un día cualquiera lo viera nuevamente. Me fui.

Mientras caminaba, a mi mente volvieron los cuestionamientos que hacía mucho tiempo no me asechaban.
Mire a la calle del frente, y justo a la hora, llego Ignacio. Le di un tibio beso, de aquellos que son de costumbre. Lo mire como desconforme, entristecida, me preguntó si me pasaba algo, -nada-, conteste, - solo un fuerte dolor de cabeza- nos fuimos al café donde nos juntaríamos con mis amigos que hacía tiempo no veía.

Había pasado cerca de un año y medio, que no veía a Raúl a la Pame, a Sofía, al Carlos y a muchos que deje de frecuentar cuando me sumergí en mi vida, y deje el lugar que tanto amaba, siendo un poco egoísta con ellos, y media desagradecida. Y aunque todo era por mi falta de tiempo, y la distancia que siempre afecta de una u otra manera, me enojaba conmigo por no darlo a los que realmente han estado interesados en mí. Me aboque tanto a mí y mis anhelos que siento que los despreocupe y después aparece Ignacio, de la nada, cuando yo no buscaba a ninguna pareja que compartiera conmigo. Pero llego, y aunque no me disgusta llegar a la casa y encontrarme con él, a veces sigo sintiendo la soledad con la que conviví por años.

Mis amigos, aun no lo conocían, lo habrán visto unas dos o tres veces, pero a la pasada, y eso me dolía, porque siempre he querido que fueran parte constante de mi vida, así como yo de la de ellos.

El reencuentro era lo que me tenía mas emocionada, saber con detalles lo que hacen, lo que quieren y recordar viejos y adorados tiempos, ya no por el teléfono, como era de costumbre. Una ves al mes una llamada fortuita al comienzo, y de costumbre después. Sin sentir lo que se decía por aquella línea telefónica, que daba una sensación de frialdad, despego, insensibilidad, que para mi manera de vivir, no le daba armonía a mi diario vivir. Aunque hablábamos más de una hora siempre, no alcanzábamos a decirnos todo lo que queríamos, pero aun así, manteniéndonos unidos, de una u otra forma… agradecida del no olvido que la distancia producía.

Pero yo iba media consternada aun, con aquel encuentro, que jamás pensé que sucedería, aunque millones de veces mi mente imaginó, hasta con los mas mínimos detalles, aquellos que me hacían, de vez en cuando, temblar de emoción, y aunque nunca ocurrió, no pensé que seria tan frió y que desaprovecharía aquella oportunidad que por mucho espere. En realidad no se si desaproveche la oportunidad, pues todo estaba tan escondido o creo yo, que hasta olvidado, que solo paso como un viejo recuerdo de mi pasado.
Trate de olvidar aquello y entre al café.

Justo en una mesa, cerca de un cuadro gigante de van Gogh, estaban ellos. Vi quienes estaban, el Raúl y una chica, supongo que seria su pareja, la Pame y la Sofía y dos chicos mas…. presumo lo mismo... sus respectivas parejas, no vi al Carlos ni al Jorge…. esperaba que llegaran después. Me alegre mucho. Un abrazo tan añorado les di, de esos que se guardaran siempre en el corazón, y un hermoso agrado, de aquellos que llenan mi alma de felicidad.
Nos sentamos y, sentía que volvía a ser una niña, inocente, y temerosa de la realidad y del mundo, me sentí como que volviera a un nido, el cual había dejado cuando las alas estaban buenas para volar, y en conjunto con ellas, el tiempo había sido el indicado. Hoy el temor a las cosas no es o en realidad no les doy una trascendencia de antaño, decido lo que me conviene y eso me deja tranquila. Mis ojos se llenaron de lágrimas, quiero creer que fue por este encuentro tan ansiado, y no por el encuentro con él.
Conversamos cerca de 3 horas en aquel café, y las baterías seguían siendo las mismas.

Se acercaba la hora del fin, y no lo quería, trataba de aprovechar hasta el último segundo de aquel encuentro. Pero llego. La Pame, como siempre, tratando de no alargar las despedidas, fríamente, como se muestra, comienza a despedirse. Ahí, todos optamos por volver a nuestra casa. Quedamos en juntarnos nuevamente, antes de que volviera a partir, solo venia por dos semanas y quería aprovechar al máximo a mis amigos. Nos intercambiamos números para lograr comunicarnos. Prometimos vernos en mi departamento y hacer Algo, tomarnos un trago y contarnos todo lo que no habíamos alcanzado en esas 3 horas en el café.

Nos despedimos. Cada uno caminó a sus respectivos destinos.

La nostalgia me invadió, y en los brazos de Ignacio, que no tuvo un protagonismo al que estaba acostumbrado en las reuniones sociales, llore, lloré como una niña de 6 años.
Nos fuimos.

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